Murió por mí

Para cuando éramos todavia sin fuerza, en tiempo debido Cristo murió por los impíos.
Romanos 5:6

Parece que el tiempo transcurrió lentamente desde que nos vimos la última vez. Déjame contarte lo que me ha pasado. Estábamos Hernán y yo en una tienda comprando botana para la reunión que tendríamos en su casa. En eso, dos hombres entra-ron por la puerta, iban cubiertos con pasa montañas.

Uno de los enmascarados esperaba afuera, mientras otro quitaba el dinero al cajero y otro más se dirigía hacia mí, diciendo: "¡Dame todo lo que tengas!".

Yo, confuso, no sabía qué hacer. Mientras sacaba la cartera de mi bolsillo, el asaltante frente a mí sacó una pistola, dando la impresión de quererme disparar cuando terminara de darle mis pertenencias.

Así fue, empezó a disparar, pero Hernán, quien sólo estaba a un paso, corrió y se puso frente a mí; él fue quien recibió dos balazos mientras yo sólo fui rozado en la oreja por una de las balas. Quedé sordo un instante y al poco tiempo empecé a oír patrullas y ambulancias. Estaba algo confuso, no sabía bien qué había pasado; el joven del mostrador lloraba.

Recordé que hirieron a Hernán y fui a ver cómo estaba, desgraciadamente lo encontré inconsciente y perdía mucha sangre. El tiempo se me hizo eterno, mi amigo moría por haberme salvado. Llegando, los para-médicos lo subieron en una camilla, le pusieron una cuellera e inmovilizaron sus piernas. Subimos a la ambulancia y nos dirigimos al hospital a toda prisa. La sirena retumbó en mi cabeza durante todo el camino, yo no comprendía nada. Parecía un infierno cuando llegamos a la sala de emergencias. Había gente atropellada, obreros accidentados, gemidos y gritos por todos lados, pero Hernán seguía callado, sin dar muestras de saber lo que pasaba.

Lo llevaron inmediatamente a la sala de operaciones y, mientras lo hacían, me pidieron que llenara una forma de entrada al hospital. Fue casi imposible para mí, difícilmente recordaba mi nombre. Agobiado y conmovido, la voz se me entrecortó cuando vi llegar a los papas de Hernán y les dije que él me salvó la vida. Ya no pude decir más y me eché a llorar.

Salieron los doctores del quirófano tras más de seis horas de cirugía. Nos acercamos a ellos y nos dijeron que mi amigo no tenía muchas esperanzas de sobrevivir, una de las balas atravesó su pulmón y golpeó la columna vertebral, otra le destrozó el hígado y le perforó el estómago.

Trasladaron a Hernán a cuidados intensivos, después que sus papas lo vieron, supliqué al doctor que me permitiera entrar con él, accedió, diciéndome antes que mi amigo estaba inconsciente. No sé si era un pasillo largo o el llegar a la cama de mi amigo se me hizo eterno.

Me acerqué, él yacía inmóvil y el sonido del corazón era débil. Tomé su mano y me puse a llorar. Quería decirle gracias de mil formas pero todas serían en vano, él no se daría cuenta. De pronto sentí que uno de sus dedos se movía, subí la cabeza y vi a Hernán consciente, no dudé en decir gracias; él sonrió y me señaló con el dedo.

Dos días después Hernán murió. He tratado de ponerme en su lugar mil veces. Me pregunto una y otra vez si hubiera dado mi vida por él... y la verdad es que no sé cómo hubiera reaccionado. Tengo muy presente ese momento en el que me sonrió, creo que lo que quería darme a entender con el dedo es que tengo una misión en la vida y todavía no la he terminado; y que parte de su misión había sido salvarme.

Lo único que puedo pensar cuando recuerdo este acontecimiento es que un amigo murió por mí y tengo que esforzarme doblemente en disfrutar mi vida y dar el máximo de mí a los demás.

¿Por qué no pude ver antes a mí alrededor y admirarme del gran regalo de la vida? Tuve que esperar a que un amigo muriera por mí. La vida es una oportunidad... que se reafirma día a día. Una oportunidad para crecer, para darte a los demás, para ser feliz... para amar de verdad, como lo hizo Hernán.

... Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.



Isaías 53:5-6

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